Educación

Educar es conjugar un doble gesto: el de la transmisión y el del cuidado

La enseñanza está llena de gestos mínimos, situaciones comunes y rutinas sin pretensión. Gestos, situaciones y rutinas que nos traen dos imágenes humildes pero poderosas de la docencia.

En primer lugar, la del profesor artesano (Larrosa, 2020) y la enseñanza como artesanía y oficio. Como todo buen artesano, sostiene Sennett (2009), el docente «mantiene un diálogo entre unas prácticas concretas y el pensamiento”. Como artesanos, las maestras y los maestros, los y las docentes trabajan al mismo tiempo con las manos y la cabeza.

Una maestra con sus alumnos (8 y 9 años) observando un globo terráqueo. 1900

La segunda imagen es la del profesor amateur, alguien que ama lo que enseña y que ama a quien enseña. El amateur, quien ama, no solo sabe mucho sobre lo que hace, sino que además se preocupa y se involucra activamente en ello. “No es solo alguien entendido en matemáticas sino también alguien apasionado […] El suyo es un entusiasmo que se revela en actos pequeños y en gestos precisos, que son expresiones de su conocimiento, pero que también son expresiones de su implicación en el oficio. (Simons y Masschelein, 2014)”. El profesor amateur encarna un entusiasmo que entusiasma.

¿Cómo reconocemos al profesor artesano y al profesor amateur? se preguntan Simmons y Masschelein, “en la dimensión en la que una persona está presente en lo que hace: en el modo en que demuestra quién es y qué representa a través de sus palabras y sus acciones. Eso es lo que podríamos llamar la maestría de un profesor. Mientras el conocimiento y la competencia garantizan un tipo de pericia, son cosas como la presencia, el cuidado y la devoción las que dan expresión a la maestría del profesor”. El buen maestro forma, más que informa. El buen maestro está presente.

El buen maestro forma, más que informa. El buen maestro está presente.

Las maestras y los maestros, los docentes en general, demuestran quién son, a través de sus palabras, sus gestos y sus acciones. Ser profesor(a) es una manera particular de estar en el mundo (Meiriu, 2006). Ser profesor(a) es una forma de vida (Hadot, 2009). No hay oposición entre las palabras y las prácticas. Entre las intenciones y los gestos. Entre lo que se dice y lo que se hace.

August Müller (1836–1885)

El cuadro de arriba, obra del pintor alemán August Müller (1836–1885), recoge y resume de manera magistral uno de los mayores retos de la educación de todos los tiempos: conjugar el gesto de la hospitalidad, la acogida y el cuidado con el de la transmisión y la exigencia.

En el cuadro, vemos a un hombre mayor junto a un niño. Probablemente un maestro o un tutor con su alumno. La habitación está en penumbra. Solo aparecen iluminados el maestro, el niño, la mesa, el cuaderno y la pluma.

La escena está atravesada por varios gestos importantes: la sonrisa del alumno, la mirada cariñosa del maestro, la manos del maestro y del alumno. Además, tanto la pluma como el cuaderno juegan en la imagen un papel esencial y nos recuerdan que toda relación escolar está mediada por objetos (mesas, libros, cuadernos, bolígrafos, ordenadores, tablets, pizarras, proyectores, mapas…). La educación escolar tiene una fuerte dimensión material (Brailovsky, 2010).

La composición del cuadro hace que dirijamos nuestra mirada a los ojos del niño. Ahí encontramos el cruce de las dos diagonales que componen el cuadro. La diagonal que forman las dos cabezas y el codo del niño, y la que forman la mano y la pluma con la cabeza del niño.

El niño parece divertido y nos mira sonriendo, dejándonos claro que la escena es amable. Sabe que nosotros le estamos mirando. Pero lo realmente importante del cuadro no son ni la mirada del alumno, ni la mirada del maestro, ambas amables y sonrientes, sino las manos del hombre. Lo importante es lo que sucede entre las manos del hombre.

En el cuadro vemos cómo el maestro está enseñando a leer o a escribir a su joven alumno con la ayuda de un cuaderno y una pluma que sostiene firme con su mano derecha. La mano derecha, hay que decirlo, ocupa también un lugar importante en la composición. Justo debajo del rostro del niño, sería el segundo punto del cuadro donde se dirige nuestra mirada.

La mano derecha estaría guiada por la metodología educativa, por los protocolos de enseñanza, por la técnica. El maestro estaría aplicando un conocimiento experto para enseñar a leer o a escribir a su alumno. La mano derecha es la encargada de asegurar la transmisión. La mano derecha representa el profesor artesano.

Mucho más discreta en la composición es la mano izquierda del maestro. Situada en un segundo plano, la mano izquierda está apoyada suavemente sobre el hombro del alumno en un gesto cariñoso y cuidadoso al mismo tiempo. Acogedor y protector. La mano izquierda es la mano del profesor amateur.

Waimea Heights School, maestra con alumnos. https://flic.kr/p/bRL92t

Si analizamos la escena con cuidado, entendemos que, a pesar de que no sepamos muy bien que está haciendo la mano derecha, es esta mano la que dirige la acción. Pero también comprendemos rápidamente que, sea lo que sea lo que está haciendo esa mano derecha (guiar la lectura, mostrar cómo se escribe, insistir en una idea del texto) no funcionaría sin el gesto delicado de la mano izquierda.

La mano izquierda, todo el brazo izquierdo de hecho, completa el gesto del maestro. Un gesto de cuidado y acogida. Empuja suavemente (motiva) e invita al alumno hacia el aprendizaje. Ni la enseñanza, ni el aprendizaje están desvinculados del cuerpo y sus gestos. En el cuadro todo es importante: la disposición de los cuerpos, lo que hacen las manos, las miradas, y los objetos que entran en juego, el papel, la pluma. Ni el maestro ni el alumno están en un aula, pero entre ambos se ha generado un ambiente escolar. No puede haber verdadera transmisión sin ese gesto de cuidado. No puede haber exigencia sin acogida.

Ni el maestro ni el alumno están en un aula, pero entre ambos se ha generado un ambiente escolar. No puede haber verdadera transmisión sin ese gesto de cuidado. No puede haber exigencia sin acogida.

Volviendo sobre la mano derecha vemos que ésta no duda. Sujeta firme la pluma y aplica, sin duda, un conocimiento experto para transmitir una habilidad concreta (la lectura, la escritura, el razonamiento). No cabe duda de que la mano derecha sabe lo que hace. Sigue y da instrucciones claras. Por el contrario, la mano izquierda es mucho más discreta, casi tímida. Pero con el sencillo gesto que hace vemos aparecer toda una vida del maestro dedicada al oficio. La mano izquierda hace un gesto tímido pero seguro y sobre todo es un gesto reparador, que da seguridad. La mano izquierda resume una manera particular de ser maestro. La mano izquierda también sabe lo que hace.

Las dos manos concretan en su gesto la doble imagen del profesor artesano y del profesor amateur. El oficio de maestro es lo que se trae entre manos.

¿Cuál de los dos gestos es más importante? ¿Cuál de las dos manos es más determinante para el aprendizaje?

Los dos gestos son igualmente importantes. Las dos manos son relevantes para que se produzca el aprendizaje. Los gestos de una y otra ni se excluyen, ni se contradicen. Se complementan. Para el maestro el conocimiento y la metodología son importantes, como lo son también el amor y el cuidado. Las dos manos son imprescindibles.

Educar es conjugar ambos gestos, el de la transmisión y el del cuidado. El de la exigencia y el de la hospitalidad. Enseñar requiere metodologías y maneras de hacer. Planificación e improvisación. Normatividad y ética. Seguridad e incertidumbre. El maestro es simultáneamente un artesano y un amateur.

El maestro del cuadro hace atender y atiende. El maestro captura la atención, la orienta, la dirige y la forma, pero también está atento, presta atención y cuida. La escuela nos enseña, o nos debería enseñar, a volvernos atentos. La enseñanza tiene que ver con sacarnos de nosotros mismos, pero no bruscamente, sino de una manera cuidadosa y animosa, es decir, cuidando, animando y dando aliento. Eso es lo que hace el maestro del cuadro.

La escuela es, o debería ser, al mismo tiempo, una comunidad de aprendizaje y una comunidad de cuidados

Heinscher. 1947

Dice Miriam Prieto que la acción educativa nace de la condición del ser humano como sujeto inacabado; de su naturaleza desespecializada surge la educabilidad, y con ella, la capacidad de llegar a ser. De esa condición (la de sujeto inacabado) nacen el principio característico de la educación que es confiar siempre en las posibilidades del sujeto que se educa; y su máxima finalidad: educar sujetos comprometidos con el mundo, con la realidad y con los otros. La educación explora las posibilidades del sujeto humano a través de la relación educativa, que es una relación ética en la que el educador se compromete con el educando y se hace cargo de él (Prieto, 2018).

Dice Victoria Camps (2021) que hasta hace 50 años a nadie se le había ocurrido pensar que el cuidado fuera un concepto digno de estudio. La necesidad de cuidados ha existido siempre pero no se cuestionaba quién debía hacerse cargo de ellos. Fueron algunas feministas quienes empezaron a decir que cuidar no era un deber solo femenino sino democrático.

Los días 27 y 28 de marzo estuvimos hablando en la sede de la Institución Libre de Enseñanza (en la Fundación Giner de los Ríos) de la escuela como una comunidad de cuidados, de la escuela como un lugar donde los educadores se comprometen con el educando y se hacen cargo de él, tal y como señala Miriam Prieto. De la escuela como un lugar profundamente democrático.

Hacerse cargo de alguien es cuidar a ese alguien. Pero el imperativo ético, en palabras de Victoria Camps, es que esta relación de cuidado debe preservar la autonomía y la dignidad de ambas partes. Un cuidado hecho a medida, y basado en valores como el saber escuchar y el respeto. Proteger pero dejar ser. La ética del cuidado es el antídoto de una psicología centrada en el interés personal y la construcción de un yo autónomo encerrado en sí mismo.

Educar es precisamente ese acompañamiento que permite al niño salir de sí mismo y entrar en diálogo con la alteridad (Meirieu, 2006). Salir de uno mismo es abandonar el infantilismo (que aunque tiene que ver con la infancia no es lo mismo. Se puede seguir bajo el dominio de lo infantil mucho tiempo después de superar la infancia). Pero salir de lo infantil resulta cada día más difícil porque no es fácil salir del círculo vicioso de la infantilización generalizada que nos rodea. No salimos de lo infantil por nosotros mismos, sino acompañados, conducidos, por los otros (acompañados por el pedagogo dirían los griegos). Y eso es precisamente lo que nos permite la escuela, decir yo y hacer nosotros (Meirieu, 2006).


Os dejo las grabaciones de las dos sesiones de este ciclo. Aprovecho para agradecer a la Institución Libre de Enseñanza su confianza para organizar el ciclo y, por supuesto, a quienes nos acompañaron esos dos días: Paco Laporta, Carmen Pellicer, Toni Solano, Nélida Zaitegui, Íñigo Beristaín, Victoria Camps, Albano Alonso, Ana Hernández, Olga Elwes.

Referencias:

Jorge Larrosa (2020). El profesor artesano. Materiales para conversar sobre el oficio. Laertes.

Daniel Brailovsky (2010). Saberes, disciplinas e identidades en los materiales y objetos escolares. Un estudio sobre la cultura escolar a través de sus objetos. Tesis doctoral.

Victoria Camps (2021). Tiemp de cuidados. Arpa

Pierre Hadot (2009). La filosofía como forma de vida. Conversaciones con Jeannie Carlier y Arnold I. Davidson. Alpha Decay

Philippe Meirieu (2006). Carta a un joven profesor. Graò.

Miriam Prieto Egido (2018). La psicologización de la educación: Implicaciones pedagógicas de la inteligencia emocional y la psicología positiva. Educación XX1, 21(1), 303-320, doi: 10.5944/educXX1.16058

Richard Sennett (2009). El artesano. Anagrama

Maarten Simons y Jan Masschelein (2014). Defensa de la Escuela. Una cuestión pública. Miño & Dávila

2 pensamientos en “Educar es conjugar un doble gesto: el de la transmisión y el del cuidado

  1. Enhorabuena, Carlos. Todas las personas invitadas han compartido lo mejor de sí mismas. Sin embargo, han faltado perspectivas heterodoxas, porque el sistema educativo español excluye del marco a más alumnado que ningún otro país de la OCDE. Las medias son engañosas: más de la mitad del alumnado que sufre pobreza tiene que cargar con el estigma del fracaso escolar: repeticiones y suspensos acumulados. Es sangrante que se siga denominando «centros de difícil desempeño» (a modo de Fort Apache) a aquellos colegios e institutos que deberían ser Institutos-Escuela, a cargo de profesorado experto en educación social. Es un sistema bastante descuidado, cosa que nadie se ha atrevido a reconocer, no porque esté prohibido pensarlo, sino porque decirlo es tabú… y puede ser malinterpretado en perjuicio de la educación pública. Apenas se ha aludido, en respuesta a tu pregunta, a la falta de formación pedagógica del profesorado de secundaria, mientras que se ha criticado con razón la insuficiencia de una asignatura optativa sobre acción tutorial en Magisterio. De similar modo, el modelo de comunidad de aprendizaje en la organización escolar está prácticamente vetado en secundaria como resultado de la carencia competencial que carga el profesorado, como consecuencia de la rigidez de la academia universitaria. Contrasta el entusiasmo de Albano y de Olga sobre la eficacia de la CdeA para investir de cuidado el aprendizaje en los colegios de sus hijas e hijos. En suma, habéis puesto el cascabel al gato, pero el dueño del gato necesita mucha música para enterarse. ¿Quién creará planes de estudios en los grados específicos que incluyan la didáctica de las materias y la práctica en centros públicos con certificado pedagógico, preferiblemente de educación compensatoria? ¿Cuánto tardaremos en admitir la necesidad de un grado de pedagogía en secundaria? ¿En qué medida contribuyen al descuido sistémico tanto la ideología neoliberal (en los centros privados y concertados preferidos por la clase media y alta), como la ideología elitista de la clase universitaria, que desprecia la pedagogía, salvo excepciones heroicas? Muchos ánimos, muchas gracias. Ha sido un placer escucharos.

  2. Ser maestro artesano y amateur es EL DESAFÍO que todos los docentes deberíamos tener como meta. Me pregunto en mi vida de estudiante cuántos han cumplido esa misión y realmente son muy pocos , quizás me sobren los dedos de una mano para contarlos. Sin embargo, son ésos los que recuerdo como pilares en mi vida estudiante y he tenido y sigo teniendo colegas de los cuales continúo aprendiendo que son artesanos y amateurs. De ellos también me alimento y me siguen haciendo crecer como docente con un espíritu crítico y profesional. pero, ¿qué sucede con los que no conjugan las dos características? ¿podemos decir que son incompetentes? ¿ o quizás también podamos aprender de ellos para corregirnos nosotros mismos? Mejor aún, de los amateurs tomamos unas prácticas y con los artesanos las complementamos. O sea, ambos son indispensables, si las dos características se dan en un maestro, genial, pero sino es asi, no descartemos a los otros. Seamos amplios y empáticos, sepamos aceptar la diversidad y transmitamos esos perfiles a nuestros alumnos para contribuir a este mundo tan egoísta por momentos.

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