Educación

Dar(nos) aire

Aprender para respirar -me dijo Minne-, como se abren las ventanas, aprender para dejar de ahogarme, aprender, leer, escribir, respirar, abrir cada vez más ventanas, aire, aire, te lo juro, el trabajo escolar era el único modo de emprender el vuelo y abandonar mi asma, y me importaba un pimiento la calidad de los profesores, salir de mi cama, ir a la escuela, contar, multiplicar, dividir, aprender la regla de tres, hacer calceta con las leyes de Mendel, saber cada día un poco más, eso era todo lo que quería, respirar, ¡aire, aire!.

Daniel Pennac. Mal de Escuela. Debolsillo. 2013. p. 227

Paolo Barzman cc by-nc-sa https://flic.kr/p/e9KJbw

Aprender para respirar. Ir a la escuela para leer, escribir, tomar aire. Ir a la escuela para contar, multiplicar, dividir, sí, pero también, o sobre todo, para poder respirar. ¡Aire, aire! reclama Minne, la niña asmática de la que nos habla Daniel Pennac en su Mal de escuela. Aire para salir de casa, aire para cambiar su sino, aire para luchar contra los destinos prefijados e inconmovibles, las herencias impuestas o sobrevenidas, aire para ofrecer vidas múltiples a la vida singular (Skliar, 2019), aire para poder cambiar de orilla. Aire, en definitiva, para que nadie quede encarcelado en su propia profecía (Frigerio, 2005), para que nadie quede librado a su propia suerte.

Crear un lugar aireado donde suspender el presunto orden natural de las cosas, donde desnaturalizar las desigualdades sería, en palabras de Jan Masschelein y Maarten Simons, la gran promesa de la escuela. Una promesa que requería, y aún requiere, para ser cumplida de tiempo y espacio.

De la posibilidad de dar tiempo y espacio.

La escuela (scholè), significó para los griegos tiempo libre (otium en latín, frente a su negativo el neg-otium). La escuela “ofreció tiempo libre, tiempo no productivo, a quienes por su nacimiento y por su lugar en la sociedad no tenían derecho a reivindicarlo.” (Masschelein & Simons, 2014). La escuela estableció un tiempo y un espacio, desvinculado del tiempo y del espacio de la sociedad y del hogar. Surgió cuando decidimos que “para hacer y aprender ciertas cosas y con ciertas cosas y de determinada manera había que salir de casa, dejar la plaza, o el mercado, o el trabajo, por un tiempo e ir a otro sitio, ir a la escuela, a un espacio separado, a un lugar despejado e iluminado” (Larrosa, 2019).  Ir a un lugar que no era la casa, ni el mercado, que no era ni el refugio cerrado de lo privado, ni el espacio a la intemperie de lo público. Un espacio a medio camino entre lo público y lo privado. Entre lo abierto y lo cerrado. Entre el oikos y la polis.

La escuela surgió también como una fuente de conocimiento y de experiencia disponibles como bien común (Masschelein & Simons, 2014, p.74).

Arthur Cruz cc by-sa https://flic.kr/p/9wtfxk

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La escuela surgió cuando decidimos que para hacer y aprender ciertas cosas necesitábamos aire. Necesitábamos disponer de un espacio aireado. También cambiar de aires. Un lugar donde poder respirar juntos, donde todo, las relaciones entre las personas, la gestión diaria y todo el entorno material, pudiesen conspirar (es decir, respirar juntos) para instituir una forma particular de actividad humana basada en valores específicos (Philippe Meirieu, 2018). La escuela nació para dar y darnos aire.

El fin último de la educación, no sólo la escolar claro, sería, según la afortunada metáfora atribuida al periodista Sydney Harris, convertir los espejos en ventanas. Esos espejos en los que al mirarnos, se nos hace muy difícil, por no decir imposible totalmente, observar lo que queda al otro lado, enfrente, más allá. Espejos de grupo, familiares, sociales, económicos, espejos de mil tipos que heredamos o nos asignan sin haber solicitado y nos impiden atender, prestar atención, cuidar, pensar en lo que es distinto y diferente. En lo otro. En el otro.

Espejos que polarizan o que nos devuelven una imagen distorsionada. Espejos que impiden el encuentro con la alteridad que caracteriza a la escuela.

Espejos que, en los últimos tiempos, lejos de disminuir, han proliferado por todos lados, dentro y fuera de las escuelas. Espejos que impiden a aquellos que están dentro observar lo que queda más allá de sus paredes y a los de fuera ver lo que dentro acontece. Espejos, que a modo de paredes impenetrables, no dejan entrar aire fresco y van ahogando a los que están dentro. Espejos que, a modo de cámaras de eco, no nos permiten respirar, menos aún respirar con otros, juntos, conspirar. Educar hoy sería más que nunca convertir espejos en ventanas.

Joe Diaz cc by-sa https://flic.kr/p/Ld6xWd

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Hubo un tiempo, recuerden a Minni, en el que la escuela constituía el afuera, lo excepcional, la posibilidad de salir de nuestra condición, de ser otra persona, de ser cualquier cosa (Jorge Larrosa). Pero a la escuela hoy parece también faltarle aire. Si miramos una escuela cualquiera, al azar, es probable que lo que encontremos sea una escuela hiperregulada, presionada, sobrecargada, sobrerresponsabilizada y altamente desmotivada. A la escuela hoy le sobra presión y le falta comprensión. La escuela que nació para darnos tiempo y espacio parece estar necesitada ella misma hoy de tiempo y espacio. La escuela, que nació para darnos aire, parece que necesita más que nadie de ese aire. Necesita tomar aire. Necesita ella misma, convertir los espejos en ventanas. Ventanas para que, entre otras cosas, salga aire sobrecargado y pueda entrar aire fresco.

Ventanas que podemos cerrar cuando necesitamos recogimiento, silencio, calma, concentración, suspensión, pero ventanas también que debemos abrir para entrar y salir, para darnos aire, para poder aminorar la presión que a veces experimentamos en las aulas, sobrecargadas de materias, objetivos de aprendizaje, tareas, requisitos, metodologías, informes, estándares, demandas.

Dar(nos) aire es nuestra respuesta a la aceleración que caracteriza nuestro tiempo y nos impide respirar. Dar(nos) aire es una manera de combatir la inmovilidad frenética (Concheiro, 2016) que nos oprime. Dar(nos) aire es un intento humilde por suspender nuestro tiempo acelerado, para buscar otra manera de estar en el mundo y relacionarnos unos con otros.

Es nuestra manera particular de mirar las cosas, las personas y los colectivos.

Dar(nos) aire es darnos tiempo y espacio. Tiempo y espacio para conversar no solo sobre lo que pasa, sino también sobre lo que nos pasa. Dar(nos) aire es una excusa para poder pensar juntos. Darnos aire para conspirar juntos. Conspirar, nos recuerda Amador Fernández Savater, significa respirar juntos. Dar(nos) aire es una manera de respirar juntos contra la saturación del mundo.

Hernán Piñera cc by-sa https://flic.kr/p/QVt5mv

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Dar(nos) aire es darnos tiempo y espacio para hablar especialmente de educación. Tiempo y espacio para prestar atención a aquello que nos importa y que consideramos valioso. Tiempo y espacio para prestarnos atención como comunidad. Para cuidar a aquellos y aquellas que son importantes para nosotras. Dar(nos) aire es nuestra manera de dar la palabra a todas las partes interesadas en discutir y articular qué es aquello que puede ser considerado como deseable en educación.

Darnos aire es también una manera de oponernos a todos aquellos que pretenden simplificar la complejidad de la educación y la labor de las escuelas.

Dar(nos) aire, quiere por último, ser una exploración colectiva sobre cómo los laboratorios ciudadanos pueden, junto a otros activos de aprendizaje y otras instituciones culturales como el museo y la biblioteca, aliviar la presión que existe sobre lo escolar en general y los centros educativos en particular. Cómo podemos dar aire a la escuela. Cómo podemos dar aire a tantas maestras y tantos maestros, profesores y profesoras a quienes les falta el aire a diario. Darnos aire es acercarnos a la escuela con nuestras propuestas, con respeto, para que puedan respirar mejor a pesar de que el ambiente esté cada día más enrarecido, pero también es saber alejarnos para darles aire.

Pensar (en) la escuela requiere disponer de espacios donde podamos escuchar las voces de todos los que nos consideramos afectados por la educación. Pensar la escuela, requiere de un dispositivo pausado que nos permita ampliar el campo de diálogo e incorporar voces y experiencias diversas al mundo de la escuela. Pensar (en) la escuela requiere dar(nos) aire.

 

Dar(nos) aire es un grupo abierto de trabajo de investigación sobre la Educación y los Laboratorios Ciudadanos que se reunirá en Medialab Prado durante 9 sesiones abiertas a lo largo de 2020.

La primera reunión el próximo martes 10 de marzo a las 18:00. Nos reunieremos los primeros martes de cada mes*.

Estaré coordinando y dinamizando las sesiones junto a Pedagogías Invisibles y Javier Laporta y Marcos García de Medialab Prado.

Estas son las sesiones previstas:

  • 10 de marzo. Dar(nos) aire. Escuela y laboratorios ciudadanos
  • 31 de marzo. Componer saberes. Más allá del STEM, el STEAM, CTS, ACTS…
  • 21 de abril. Juego libre. Experimentación abierta
  • 19 de mayo. Aprendizaje intergeneracional
  • 9 de junio. Recursos educativos libres
  • 29 de septiembre. Los datos de la educación
  • 20 de octubre. El giro afectivo
  • 24 de noviembre. Ecosistemas de innovación, experimentación y aprendizaje.
  • Diciembre. Conclusiones

Tienes más información sobre la dinámica y los participantes en la página de Medialab Prado. No hace falta registrarse para asistir. Te esperamos¡

Todos los encuentros serán en Medialab Prado, en la Plaza de las Letras (C/Alameda, 15, Madrid)

*Excepcionamente habrá dos sesiones en marzo, el 10 y el 31 de marzo.

Referencias:

Luciano Concheiro (2016). Contra el tiempo. Filosofía práctica del instante. México. Anagrama. 

Graciela Frigerio (2005). Las inteligencias son iguales. Ensayo sobre los usos y efectos de la noción de inteligencia en la educación Revista Interamericana de Educación de Adultos, vol. 27, núm. 2, 2005, pp. 136-145. Recuperado https://www.redalyc.org/pdf/4575/457545128005.pdf

Jorge Larrosa (2019). Esperando no se sabe qué. Sobre el oficio de profesor. Barcelona. Candaya. 

Jan Masschelein & Maarten Simons (2014). En defensa de la escuela. Una cuestión pública. Buenos Aires. Miño & Dávila. Recuperado https://ifdmoreno-cba.infd.edu.ar/sitio/material-bibliografico/upload/En_defensa_de_la_escuela.pdf

Philippe Meirieu (2018). Pedagogía: Necesidad de resistir. Madrid. Editorial Popular. 

Daniel Pennac (2013). Mal de Escuela. Debolsillo. 

Amador Savater (6/12/19). Pensar para poder respirar. Interferencias. El Diario. https://www.eldiario.es/interferencias/Pensar-poder-respirar_6_971212879.html

Carlos Skliar (2019). Pedagogías de las diferencias. Buenos Aires. Noveduc. 

Un pensamiento en “Dar(nos) aire

  1. Rafael Alberti escribió en su Balada de la Bicicleta:

    A los cincuenta años, hoy, tengo una bicicleta.
    Muchos tienen un yate
    y muchos más un automóvil
    y hay muchos que también tienen ya un avión.
    Pero yo,
    a mis cincuenta años justos, tengo sólo una bicicleta.

    He escrito y publicado innumerables versos.
    Casi todos hablan del mar
    y también de los bosques, los ángeles y las llanuras.
    He cantado las guerras justificadas,
    la paz y las revoluciones.
    Ahora soy nada más que un desterrado.
    Y a miles de kilómetros de mi hermoso país,
    con una pipa curva entre los labios,
    un cuadernillo de hojas blancas y un lápiz
    corro en mi bicicleta por los bosques urbanos,
    por los caminos ruidosos y calles asfaltadas
    y me detengo siempre junto a un río,
    a ver cómo se acuesta la tarde y con la noche
    se le pierden al agua las primeras estrellas.
    (…)

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