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Eppur si muove

«…y sin embargo, se mueve». Dice la tradición, convertida ya casi en leyenda, que esa fue la frase que pronunció Galileo el 22 de junio de 1633 ante el tribunal de la Inquisición después de adjurar de la teoría copernicana que él defendía. Eppur si muove, podríamos afirmar nosotros en relación al hasta ahora estático y tradicional mundo de la educación superior. Un mundo, el de la educación superior, que aunque pasado por los procesos de institucionalización e industrialización del siglo XIX, sigue siendo en muchos aspectos muy similar al que conoció el propio Galileo.

…Y sin embargo se mueve, y mucho, si atendemos a la revolución que ha experimentado la educación en el último año de la mano de los moocs. Los moocs no sólo han agitado, sacudido y dado la vuelta a todo el sistema de educación superior, sino que su impacto está transformando todos los procesos de aprendizaje. Nuestra tendencia a simplificar y polarizar todo nos ha llevado, sin embargo, a una división en dos bandos opuestos y enfrentados. Los que consideran que estamos ante la gran revolución transformadora del aprendizaje, capaz de lograr la deseada igualdad de oportunidades, la universalización de la educación y la ansiada personalización, y los que consideran que los moocs no son más que una colección de viejos vídeos enlatados en un bonito y atractivo envoltorio y, por tanto, un serio revés a años de innovación educativa y un paso atrás en los procesos de aprendizaje. …Y sin embargo se mueve, como demuestran constantemente no solo las multiples iniciativas y experimentos que cada día se ponen en marcha sino también el propio cuestionamiento del modelo y el debate generado en entorno al mismo.

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Louis Emile Durandelle. Visita a un sitio en construcción. 1887

Hace un año exactamente, cuando los moocs todavía eran algo muy minoritario, el debate y las primeras críticas giraron casi exclusivamente entorno a su modelo de negocio. Eran, desde luego, algo muy atractivo pero ¿había un modelo de negocio detrás?, ¿podían ser sostenibles en el tiempo?. Pronto empezaron a surgir ideas para monetizarlos. Hoy, pasados unos meses y cuando el debate ha oscilado más hacia las implicaciones metodológicas y de innovación educativa, la cuestión de la monetización y del modelo de negocio sigue, sin embargo, abierta y viva.

El pasado 6 de enero el New York Times publicaba un interesante artículo en el que se reunían varias de las ideas e iniciativas que se han puesto en marcha en los últimos meses y se apuntaban algunas nuevas posibilidades de negocio. Estas son, según el New York Times, las opciones actuales:

  1. Cobrar una tasa por la certificación. En principio no formal. Costes bajos (entorno a los 80$-100$) pero mucho volúmen.
  2. Licenciar los contenidos y venderlos a otras universidades. De esta manera pequeñas universidades podrían ampliar su oferta sin necesidad de incurrir en los gastos de diseño y producción. Un modelo que, por cierto, ya existe en ámbitos universitarios.
  3. Convertirse en una agencia de captación de talento y empleo y cobrar una comisión por proveer a las empresas de los mejores estudiantes. Estaríamos ante un nuevo ejemplo de des-intermediación producido por lo digital. El argumento diferencial respecto a las actuales agencias de empleo sería el profundo conocimiento que los profesores y las instituciones educativas podrían tener (learning analytics) de los candidatos, no solo de sus competencias técnicas sino también de sus habilidades más soft (capacidad de trabajo, de liderazgo, de colaboración…).
  4. Pago por exámenes certificados. Llegar a acuerdos con agencias nacionales de certificación y que aquellos estudiantes que quieran certificar formalmente los conocimientos adquiridos pudieran, una vez superado el curso, presentarse a un examen de certificación «oficial». En esta línea algunas Universidades están empezando a reconocer como créditos oficiales algunos cursos mooc, lo que por otro lado no deja de ser un movimiento peligroso pues podría afectar a lo que parece ser uno de los pilares de los moocs, su carácter no formal.
  5. Cobrar por materiales adicionales o por tutorías extras. Aqui la idea de un modelo freemium surge de manera natural
  6. Ofrecer cursos de perfeccionamiento o introductorios. Los moocs serían entonces el reclamo y la puerta de entrada (o captación) para otros cursos ya de pago.
  7. Convertirse en plataformas publicitarias de servicios o productos relacionados, como ya sucede en algunos casos con los libros de Amazon.

Todo parece indicar que en los próximos meses seguiremos oyendo hablar sin cesar de los moocs, de su capacidad revolucionaria o de su sesgo reaccionario, de su modelo de negocio o de la imposibilidad de rentabilizarlos, de su bondad o de su carácter perverso. En el camino, no perdamos la oportunidad de pensar, explorar y experimentar nuevas formas de aprendizaje. Lo verdaderamente interesante es, probablemente, el debate entorno a ellos mismos, el meta mooc, el mooc del mooc. Nunca ha sido más exacto aquello de que lo importante es el camino, de que lo importate es hacer y moverse. …Eppur si mouve.

2 pensamientos en “Eppur si muove

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