Cultura digital/Educación/Innovación

To mooc or not to mooc

La novedad

¿Son los MOOCs la tecnología educativa más importante y disruptiva de los últimos 200 años? ¿Será el 2012 el año de los MOOCs? ¿Se convertirán este año en la portada anual del Time? ¿Revolucionarán la Educación Superior? ¿Significan el fin de la Universidad tal y como la hemos conocido hasta ahora? ¿Desaparecerán en breve los Campus Universitarios? ¿Suponen los MOOCs la creación de un Star System Global de grandes universidades y profesores como si se trataran de estrellas del rock? Y si es así, ¿Qué implicaciones puede tener esto para las universidades pequeñas y los profesores desconocidos?

Retrato de Frank Welfl (1837-1921) y Anna (Mlady) Welfl (1843-1935)

Retrato de Frank Welfl (1837-1921) y Anna (Mlady) Welfl (1843-1935)

¿Equivalen los MOOCs la “MacDonalización” de la Educación Superior? o son, sin embargo, el mayor impulso de los últimos años para la innovación y la transformación de la educación. ¿Qué implicaciones metodológicas tienen? ¿Es posible evaluar a miles de personas simultánemente? ¿Cuánto tienen realmente de disruptivos y cuánto de “marketing”, de “sexy knowledge”, de bonito envoltorio? ¿Hay algo detrás de tanto “ruido” mediático? ¿Son algo más que la última moda, el último “meme” social? ¿Corren el riesgo de ser una nueva burbuja a punto de estallar? ¿Pueden ser sostenibles? ¿Evolucionarán hacia la formación formal y los títulos oficiales o se mantendrán en el ámbito de la formación informal y las acreditaciones (badges)? ¿Qué valor académico y profesional tienen? ¿Tienen sentido los MOOCs fuera del ámbito de la educación superior?

Todas estas preguntas surgen leyendo tan solo algunas de las 2.640.000 que devuelve Google cuando buscamos por la palabra MOOC. No pasa un solo día sin que se escriban artículos en grandes medios de comunicación, en blogs académicos, en espacios de opinión pública y en espacios personales. Si uno tiene tiempo, podría pasarse días enteros leyendo sobre el tema. Su impacto es tal que se ha convertido incluso en tema de café a este lado de los Pirineos, logrando que nuestras, tradicionalmente lentas y reluctantes al cambio, instituciones universitarias hayan comenzado a lanzar iniciativas y propuestas (UniMOOC, Unx, miriadax).

El salvaje oeste

Todo el mundo parece estar de acuerdo en situar su origen en el Curso sobre Conectivismo que organizaron George Siemens y Stephen Downes en 2008. Antes, encontramos importantes iniciativas como el Open Courseware del MIT (2001) o la Kahn Academy (2006). Propuestas abiertas y online pero que carecían de dos componentes que se han revelado claves en los MOOC: su carácter masivo (Massive) y el hecho de que sean cursos reales con un profesor al frente (Courses). Pero, si el origen fue 2008, su popularización no llegó hasta el otoño de 2011 con el Curso sobre Inteligencia Artificial liderado por los profesores de computación de Standford, Peter Norvig y Sebastian Thrun. Un año después, cuentan ya con una historia escrita, con fundadores y pioneros, con mártires, acólitos y detractores. Han sido ignorados, perseguidos y ensalzados. Han pasado de la clandestinidad a los grandes medios de comunicación y al debate oficial. No son pocos los que han recurrido a la metáfora del salvaje oeste para referirse a ellos. Un año después podemos afirmar que no hay una sola institución de educación superior en el mundo que no se esté planteando de una u otra manera la gran pregunta: “to mooc or not to mooc?”.

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2011 fue también el año en el que oímos hablar intensamente de la burbuja de la Educación Superior. De hecho, hasta la llegada de los MOOCs en otoño, todo el debate en torno a la Educación Superior había girado exclusivamente alrededor de este tema, muy vinculado por cierto al modelo americano de educación. Subidos a la ola provocada por la burbuja aparecieron en el escenario términos como uncollege (versión universitaria del unschooling de los años 70) y hackeo de la educación y personajes como Salman Khan, Peter Thiel o Dale J. Stephens. El tradicional y asentado modelo universitario americano estaba siendo duramente cuestionado. El negocio de la Educación Superior parecía amenazado. Este cuestionamiento del sistema tradicional de financiación vino acompañado por una profunda crisis de autoridad y credibilidad que puso en cuestión la idoneidad de la Universidad como la mejor manera para asegurarse un futuro mejor. La llegada de algo tan novedoso y aparentemente tan disruptivo como los MOOCs fue visto, desde fuera, como una alternativa razonable al modelo tradicional de educación superior y, desde dentro, como el ansiado océano azul que permitiría la salida a esta crisis de modelo.

La admiración

Terminado el curso de Thrun y Norvig asistimos a una explosión de iniciativas y proyectos con la aparición de nuevos e importantes actores como principal característica. En muy pocos meses dos grandes iniciativas for profit se pusieron en marcha (Coursera y Udacity) agrupando en torno suyo a casi todas las grandes universidades americanas. También en los primeros meses de 2012 vimos cómo la Presidenta de la Universidad de Virginia era obligada a dimitir para ser admitida de nuevo en su puesto por no haber atendido el fenómeno MOOC como era debido y cómo surgía edX, plataforma integrada por Harvard y MIT, una alianza casi impensable hace apenas un año.

Seguramente influidas por la recesión económica y la crisis en torno a los créditos universitarios las primeras reacciones giraron casi exclusivamente alrededor del modelo de negocio y a sus posibilidades de monetización más allá de las “evidentes” ventajas como instrumento de marca, comunicación institucional y promoción personal para el profesorado. En un clarificador artículo, Steve Kolowich se preguntaba ¿cómo podían los MOOCs hacer dinero? Kolowich no podía entender cómo era posible que tras más de un millón y medio de alumnos y cerca de 100 millones de euros invertidos ni Coursera, ni Udacity, ni el consorcio Harvard y MIT tuvieran un plan de negocio viable. Si no se cobra por los contenidos, ni por la impartición, ni por la evaluación (elementos clave en la cadena de valor tradicional de la educación) ¿dónde está entonces el negocio? y ¿cómo hacer sostenible este modelo?.

Alrededor de la cámara de  Frances Benjamin Johnson, 1890-1910

Alrededor de la cámara de Frances Benjamin Johnson, 1890-1910

Las primeras respuestas giraron en torno al pago de pequeñas cantidades (entre 30 y 80 dólares) por la expedición de certificados de asistencia (badges) una vez concluido el curso. Idea que ha ido enriqueciéndose con propuestas de acreditación con modelos parecidos a los certificados profesionales, con agentes que puedan actuar como “certificadores externos» de las competencias adquiridas. Estaríamos en todo caso hablando de un novedoso modelo de pago por satisfacción. De pago una vez superado el curso. El punto débil de este primer modelo serían las altas tasas de abandono cercanas al 80%-90% (claramente uno de los retos de mejora para el futuro). Otra propuesta de modelo más interesante sería la de convertirse directamente en una agencia de colocación. Quién mejor que la propia universidad y el profesorado para conocer perfectamente no sólo los conocimientos adquiridos por el candidato sino (gracias a los nuevos sistemas de analítica de aprendizaje y a los nuevos sistemas de acreditación basados en la obtención de badges y karmas) también cuáles son las habilidades soft del candidato, cómo trabaja en grupo, cuáles son sus capacidades de liderazgo e improvisación, de capacidad respuesta a la incertidumbre y de comunicación.

Una idea especialmente interesante vinculada a su papel como head hunters es que sea la comisión cobrada a las empresas por la identificación y colocación de los  de alumnos brillantes (en torno al 5%) lo que asegure la sostenibilidad del modelo. Que sean “los listos” los que aseguren la formación gratuita del resto. Poco a poco han ido surgiendo otras propuestas de negocio como cobrar por servicios extras como tutorías, acceso a recursos extras, sesiones de networking. El debate sobre los modelos de negocio que pueden estar detrás de los MOOCs continúa vivo.

Es sorprendente que apenas encontremos en estos primeros meses de 2012 debate en torno al modelo metodológico de los MOOCs. La promesa de acceso gratuito a cientos de cursos sobre casi cualquier tema, impartidos por los mejores profesores, pertenecientes a  las universidades más prestigiosas del mundo; la posibilidad de estudiar desde cualquier lugar y de manera masiva deslumbraba tanto que muy pocos se pusieron a mirar en el interior del atractivo paquete.

Al menos en los grandes medios de comunicación, el debate basculó entonces entre el atractivo y la bondad general que el nuevo concepto prometía (gratuidad, accesibilidad, equidad, distribución del conocimiento, justicia social, igualdad de oportunidades) y la obsesión por intentar explicar cómo ganar dinero con el nuevo modelo o, al menos, si no eramos capaces de de esto último ser capaces de listar las ventajas para universidades y profesores.

General Office Building, Norwalk & Western Railway, Roanoke, VA.

General Office Building, Norwalk & Western Railway, Roanoke, VA.

El cuestionamiento

Visto con la distancia de unos meses parece que los MOOCs actuaron como un bálsamo de fierabrás a la hora de hacer desaparecer del debate diario el problema de los créditos y sirvieron al tiempo para lanzar la que quizá haya sido la mayor campaña de comunicación global de las bondades de las universidades americanas en general y de la Ivy League en particular. No parece casual que en el momento más crítico para el modelo de educación superior americano de los últimos años se prestara tanta atención desde las mismas universidades a una iniciativa que ya entonces tenía 3 años.

En los últimos meses, mientras la ola de los MOOCs subía y subía en los medios de comunicación y en las redes sociales, hemos visto aparecer cada vez con más presencia voces críticas. Voces que se han centrado más en las aportaciones metodológicas y en su capacidad de fuerza innovadora y de transformación del aprendizaje. Voces que han comenzado haciendo un esfuerzo por ordenar el caos existente, llevando a cabo un ejercicio de clarificación y clasificación de los miles de MOOCs existentes. Es especialmente clarificadora la propuesta de agrupar a los moocs en tres tipos según sean más o menos abiertos y estén más orientados a un aprendizaje conectivista (cMOOCs) y por tanto según fomenten o no el aprendizaje participativo y basado en comunidades (propuesta original de Siemens y Downes), por un lado,  y aquellos que ofrecen cursos cerrados, basados exclusivamente  en contenidos (xMOOCs), y alejados de la tesis conectivistas de que el aprendizaje es efectivo cuando se realiza en comunidad.

Más de uno está hablando de un exceso de despliegue publicitario de los MOOCs (Hype), y todo parece indicar que estamos de lleno en la curva descendente de la hipérbola, empujados por voces críticas en torno a cuestiones metodológicas, a su calidad, a las posibles formas de evaluación, a su modelo de negocio, a su pertinencia o no para todo tipo de institución. Críticas que señalan como algo decepcionante desde el punto de vista de la innovación metodológica volver al aprendizaje a través casi exclusivamente de clases magistrales (videos enlatados). Voces que ven los MOOCs como una vuelta atrás metodológica no justificada por el hecho de llegar a más alumnos y a precios gratuitos. El tema es de tal calado y tiene tantas implicaciones que no son pocas las iniciativas que están intentando entender el fenómeno MOOC en toda su profundidad y riqueza. MOOCs sobre MOOCs, MOOCs sobre educación, moocificación de otras etapas educativas, son sólo algunas de estas iniciativas.

To mooc or not to mooc. It’s that the question?

Estamos desde luego ante un gran desafío. Lo que tenemos delante es quizá, como auguraban en el artículo de la Technological Review, una oportunidad única. Pensar en los MOOCs supone hacerlo en términos de laboratorio. Pensar desde el laboratorio nos permitirá prototipar y testar soluciones a grandes retos. Nos permitirá abordar cuestiones metodológicas (calidad, aprendizaje y evaluación entre pares…) y cuestiones éticas (acceso al conocimiento, adquisición de competencias mínimas). Debemos dejar de pensar la educación como un sistema rígido, de severa e inamovible normativa y abordarlo como un proceso moldeable, de metamorfosis continua, de transformación y reinvención. Lo que está en juego, en opinión de muchos, no es sólo la transformación de la formación de grado superior sino también la transformación en los procesos generales de aprendizaje. La manera en la que actualmente entendemos la formación continua, la formación a lo largo de la vida y por tanto la formación más vinculada al trabajo y a los centros de trabajo. En un contexto profesional en el que cada día van a ser más valoradas las competencias “soft” vinculadas y en muchos casos adquiridas fuera de los entornos formales de aprendizaje y en un contexto normativo que ya ha puesto fecha para el reconocimiento del aprendizaje informal y el no formal, los MOOCs se presentan como una opción que no podemos dejar de atender. Lo que tenemos entre manos no es una cuestión de modas. No podemos simplificar el debate con lógicas binarias. La educación, el aprendizaje, los MOOCS son sistemas complejos llenos de matices y detalles. Ni ángeles, ni demonios. Los MOOCs son al mismo tiempo objeto de experimentación y el laboratorio que nos van a permitir explorar la posibilidad de un aprendizaje más abierto, de una pedagogía participativa, de un aprendizaje construido desde un posicionamiento crítico y que fomente el espíritu creativo. Los MOOCs son también una excelente oportunidad para plantear el problema del aprendizaje en términos de propiedad. Al final, la cuestión no es tanto si MOOC o no MOOC (to mooc or not to mooc) como nos planteábamos al principio sino que demos un paso más y abramos el debate sobre quién debe ser el dueño del aprendizaje.

35 pensamientos en “To mooc or not to mooc

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  3. Fantástico «Estado de la cuestión», casi un todo lo que usted quería saber sobre Mooc y no se atrevía a preguntar. Creo que aún queda mucho por pensar e investigar antes de decidirse a hacer y flota una gran duda en el ambiente: ¿Hacia donde se inclinará la moneda? ¿Modelo de educación abierta y en línea? ¿Puro negocio? ¿Sólo un poco más de humo? Tal vez la moneda se quede de canto y haya, en efecto, para todos. Hasta ahora, y al margen de las iniciativas de, como leía recientemente, las «universidades de élite americanas» parece que la accesibilidad y la gratuidad han pasado por encima de la calidad. Y la adaptación (si es que es posible) a entornos ajenos a la educación superior está por hacer y no parece tarea sencilla.
    Gracias, en cualquier caso por esta aproximación.

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  5. Una gran panorámica sobre futuro de la educación.
    Facilita a cualquiera que quiera acercase a la transformación que está experimentando el aprendizaje en todos sus ámbitos una revisión completa sobre una de las iniciativas que más expectativas ha levantado en los últimos tiempos, los MOOCs. Imprescindible.

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  8. En sólo un mes las referencias de MOOC en google han aumentado 500.000, ya son 3.130.000 🙂 Gracias por el artículo Carlos, es un estado del arte perfecto.

  9. Hola! hoy a través de un post de jorge de ártica encontré tu blog. he pasado toda la tarde recooriendo diferentes publicaciones que compartes en el. quería darte un enorme gracias y felicitaciones. Me has dado mucha luz e inspiración para un trabajo que tengo entre manos para el master cccd. Te seguiré leyendo. Gracias!

  10. Muchas gracias a ti por tus amables palabras. Mi maestro Antonio Lafuente dijo una vez que un post no era otra cosa que una colección de enlaces. Esa era la idea de éste :-). Si escribes en algún sitio dime dónde y así nos leemos recíprocamente :-). Saludo,

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    • Hola Carla, soy como ves un poco asíncrono con esto de los mensajes del blog :-). No me puedo creer lo de Antonio. Seguro que entonces coincidiremos en algún momento cercano 🙂 Nos leemos…saludo,

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  14. Fantástico estado de la cuestión y planteamiento.
    En estos momentos trabajo con un grupo en la preparación de un MOOC, y antes de empezar hemos tenido algún que otro debate sobre pros y contras. ç
    Por otro lado, también sonreir ante muchos «guru» cuya críticas son una constante ante cualquier cambio o innovación distinta a su modo de pensar o hacer.

    • Muchas gracias Víctor. El tema es muy muy interesante. Los pros es que está todo por hacer. Que cada institución y/o persona puede inventarse su propia definición de mooc. Hay que tomárselo verdaderamente como un espacio de laboratorio, de experimentación. En lo que pueda ayudar hablamos. Un saludo,

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