Me gustan los Moocs

Me gustan los Moocs. Y no, no creo haber perdido la cabeza, ni que haya desaparecido mi espíritu crítico, ni olvidado de repente lo leído, lo escuchado y lo escrito en los dos últimos años. Después de un tiempo dándole vueltas puedo decir con cierta seguridad que me gustan y que quiero que siga habiendo Moocs, que sigamos hablando de ellos, criticándolos y defendiéndolos. Quiero que siga habiendo gente con ganas de desarrollarlos, instituciones y docentes explorando las posibilidades de la formación online, de calidad y accesible a muchos. Quiero que siga habiendo formación abierta y gratuita, en forma de Mooc o no. Que siga abierto el debate sobre cómo debe ser la educación y el aprendizaje en la era de Internet y de la conectividad ubicua.

Campus Universitario Tailandia

Decidir qué tipo de Mooc quiero seguir, si el programa me interesa o no, si cumple mis expectativas o no. Valorar si la metodología es la adecuada y sino lo es decidir simplemente no hacerlo o abandonarlo. Decidir para qué lo quiero hacer y qué uso voy a darle. Y cuál va a ser mi relación y mi dinámica con el curso, con mis compañeros, con los tutores y los materiales. Quiero usar los Moocs para desarrollar mi entorno personalizado de aprendizaje. Poner yo mis criterios de evaluación. Decidir, a nivel personal, si las métricas para evaluarlos deben ser las mismas que utilizamos para la educación presencial y la educación formal. Si deben ser la ratio de alumnos/profesor o el porcentaje de quienes lo terminan o lo superan o el de aquellos que optan por certificarlo de alguna manera. Creo que no me importan ninguno de estos criterios. Dudo incluso de que sean los más interesantes a valorar a nivel global, ni siquiera por quien los desarrolla. Todo dependerá de los objetivos buscados. Puede que los objetivos de un  grupo de profesores al poner en marcha un curso difieran entre sí, que para unos sea la búsqueda del bien común y para otros un tema de desarrollo profesional, de investigación, de pura vocación o de lucha por las desigualdades. Es más que probable que los objetivos de una institución pública sean distintos a los de una privada y los de ambos diferentes a los de una startup educativa. Y desde luego, parece evidente que ante el elevado número y la diversidad de quienes deciden cursarlos encontremos motivaciones y criterios de evaluación muy diferentes.

The Moocs are coming¡¡¡. by catspyjamasnz

Me gustan los Moccs porque ya no son ni amenaza ni cisne blanco, ni revolucionarios, ni salvadores, ni avalancha ni tsunami. Porque pasado el susto podemos verlos con otra mirada. Porque ya no aparecen en el informe anual Horizon 2014, ni ocupan portadas vehementes en el New York Times. Han dejado de ser tendencia para ser realidad.

Porque ya tenemos suficientes y sólidos argumentos en ambos lados lados del debate,  datos e informes (Beyond Moocs: sustainable Online Learning in Institutions; The maturing of the Mooc; Moocs: higher education digital moment?; Moocs Report. University of London ) que nos deben ayudar a tomar decisiones. Porque han generado prácticas e investigación (HarvardX Working Papers).

De acuerdo, lo reconozco, me gustan los Moocs porque han dejado de estar de moda, pero me gustan, sobre todo, porque nos han permitido elevar el debate sobre la educación. Y en el caso de la educación superior crear debate donde no lo había. Hacer evidente lo que algunos no querían ver: la necesidad de cambio y transformación de un modelo agotado, eficaz pero no eficiente, y desde luego muy alejado de las necesidades y de las demandas sociales.

Me gustan porque han despertado a muchos de los brazos de Morfeo. Me gustan porque son un buen ejemplo de lo que significa aprender haciendo. Me gusta verlos como laboratorios de innovación educativa y me gusta su lado experimental e incierto. Me gustan por el debate que han provocado y por habernos mostrado la importancia de lo abierto en educación y la necesidad de no darlo por supuesto y luchar por ello. Y de paso porque nos han mostrado los peligros tanto del ludismo tecnológico como, usando el término de Morozov, del “solucionismo”. Porque nos han hecho valorar la importancia que tienen nuestros datos de aprendizaje y el derecho que tenemos a decidir qué uso les damos y quién puede hacerlo. Y porque han permitido que, en medio del debate, algunos hayan pensado en una carta de derechos y obligaciones para el aprendizaje en la era digital o redactado un Manifiesto para el aprendizaje online.

Me gustan porque nos han ayudado a cuestionar el dominio de lo experto y emprender el viaje desde la autoridad presumida a la credibilidad colectiva. Por discutir el valor de la acreditación y sobre todo hacernos hablar y escribir mucho sobre aprendizaje, sobre pedagogía en la era digital y educación en tiempos de redes. Nos han hecho hablar y mucho sobre educación conectada, autoaprendizaje, aprendizaje relevante y evaluación entre pares. Porque, como decía George Siemens recientemente, nos han servido como lentes para enfocar los problemas y los desafíos de la educación superior.

Me gustan los Moocs porque nos han permitido discutir conceptos como la propiedad de las ideas, la producción y la difusión del conocimiento, la creación y distribución de recursos educativos, el rol de los profesores y de los alumnos y el aprendizaje colaborativo. Ninguno de estos temas es exclusivo de los Moocs ni por supuesto se agotan ahí, pero no cabe duda que los han puesto en el punto de mira y en la boca de muchos.

Ala città di Velluto. Stefano Parmesan

Me gustan porque nos han ordenado las ideas en unos casos y cuestionado las certezas en otros. Porque entre los intensos debates que han provocado están potencialmente los cambios en las pedagogías y las metodologías necesarias para un aprendizaje más relevante y más adecuado a la cultura digital e híbrida en la que vivimos. Me gustan porque han fomentado la innovación y la investigación pedagógica. Y nos han ayudado a matizar el mito de la innovación disruptiva. Me gustan porque han hecho visible lo evidente, que la educación online no se agota con los Moocs sino que existen muchos y diversos formatos (desde los modelos blended a la Flipped classroom). Me gustan porque han puesto en valor lo que nos parecía gratuito y carente de valor, la interacción física alumno-alumno o alumno-profesor, lo presencial en suma. Han hecho evidente la necesidad de digitalizar lo presencial y tangibilizar lo digital.

Me gustan porque en muchos casos, en la manera en que se han hecho, defienden una vuelta a una educación más “casera”, más experimental y más cercana, menos experta y más amateur. Me gustan porque nos recuerdan que de nada servirá su derrota si esto no nos sirve para mejorar la educación. Y me gustan, si al final del camino, más allá de su éxito o no, más allá de los contenidos distribuidos, favorecen la creación de comunidades y de redes de aprendizaje entorno a problemas e intereses comunes. Y termino como hace un par de meses. Me gustan y bienvenidos sean si esto nos permite transformar para mejor el sistema educativo y si, por el camino, perdemos lo Masivo que sea a favor de la Personalización y la Diversidad; si tenemos que dejar de lado lo Open que sea a cambio de más y mejor Aprendizaje, si lo Online nos estorba llamémoslo Red y preocupémonos por crear entornos y, por último, si debemos abandonar la idea del curso, como algo completo y perfectamente estructurado, que sea favor de más Flexibilidad, más personalización y más adaptación a las necesidades del que aprende.